JULIA FERNÁNDEZ
Zuriñe no puede dormir. Se levanta a ver si con un vaso de leche y un poco de lectura consigue conciliar el sueño. Son las dos de la mañana. Va casi de puntillas hasta la cocina. Saca una taza y se queda quieta. Oye un zumbido que la despista hasta que un minuto después se da cuenta de que es conocido. Una lavadora. Abre la ventana que da al patio de su edificio, de seis alturas y tres puertas por planta. Se corrige: son dos. «Vaya, la gente está a tope con lo de la factura de luz», piensa. Y mira su lavavajillas. Está lleno con los platos de la comida y la cena. Echa el jabón y lo pone. También ella se une a la fiesta.
La reforma de las tarifas eléctricas ha dado lugar a una nueva factura en la que dependiendo de a qué hora consumamos luz la pagaremos a un precio o a otro. Afecta tanto la potencia, que es un fijo y cuanto más alta, más aparatos podemos tener encedidos a la vez, pero más alto es; como la energía, que es lo que pagamos por cada kilovatio hora que gastamos. Se supone ambos conceptos salen más barato en las horas valle, que son las que van de la medianoche a las 7 de la mañana de lunes a viernes, justo la parte del día que utilizamos para descansar y dormir, y todo el fin de semana.
Con estos cambios, muchos son, incluida la propia Organización de Consumidores y Usuarios, los que recomiendan a las familias aprovechar este tramo horario para utilizar aquellos electrodomésticos que más consumen: planchas, lavadoras, lavavajillas e, incluso, hornos. Para ello, además, no hace falta levantarse a encenderlos a esas horas, los más modernos cuentan con programas de inicio diferido y si no, siempre se puede usar «un reloj programador en el enchufe», dicen desde la OCU. Lo encuentras en cualquier ferretería. El ahorro, según esta entidad, es interesante: «Hasta 500 euros al año».
Sin embargo, no siempre podemos poner a centrifugar nuestra lavadora a 1.200 revoluciones en las horas valle. Es molesto para nosotros… y para nuestros vecinos.. A partir de las 22 horas y hasta las 8 el ruido que se puede hacer tanto en la calle como en un negocio como en un hogar está regulado. Aunque hay cierta variabilidad en función del municipio, en general, el límite para el horario diurno es de 45 decibelios (dBA) y, durante la noche, entre los 30 y los 35 dBA. Y no hacer caso de ello nos puede salir muy caro: generalmente, hasta 3.000 euros de multa, y excepcionalmente más.
Vamos primero con la teoría. La normativa de carácter estatal que se ocupa de estas situaciones es la Ley del Ruido, que entró en vigor en noviembre de 2013, aunque luego está el escalón regional y, finalmente, cada ayuntamiento complementa estas disposiciones más generales con precisiones más particulares a través de ordenanzas Todas ellas se ocupan de asuntos como obras dentro y fuera de los hogares, ruidos de carácter industrial, las molestias que ocasionan comercios a comunidades vecinales, contaminación acústica de coches y ciclomotores...
Bilbao, por ejemplo, es uno de los consistorios que tiene una normativa más específica. Se trata de la ordenanza de Medio Ambiente, un documento de 158 páginas que aborda varios temas y entre ellos este que nos compete. Lo hace, además, con mucha precisión y mucho detalle. No solo se habla del horario protegido y de qué actividades se pueden hacer y cuáles no. También incluye una tabla en la que detalla los niveles máximos de decibelios permitidos en cada contexto (sanitario, residencial, industrial…) y en cada momento de la jornada. Así, por ejemplo, en horario nocturno, a partir de las diez de la noche, no se pueden hacer obras en el hogar… ni actividades que superen los 25 decibelios de manera continua. Y solo se puede llegar a 30 en un momento puntual.
En Barcelona, por ejemplo, el tope de hora para el uso de electrodomésticos ruidosos son las nueve de la noche. Y más tarde, a las diez, la fijan en Zaragoza o Cuenca o Valencia. Aquí la Ordenanza Municipal de Protección contra la Contaminación Acústica de la Comunitat detalla los horarios así: «De domingo a jueves, de diez a ocho; y en viernes, sábado y vísperas de festivos de diez a nueve y media». En estos tramos no se pueden acometer «trabajos, reparaciones y otras actividades domésticas susceptibles de producir molestias por ruidos y vibraciones», la salvedad de «las estrictamente necesarias por razones de urgencia». Y poner la lavadora no es urgente.
De hecho, ¿sabe usted el ruido que hace una lavadora centrifugando? Los modelos más nuevos se mueven en una horquilla de entre 60 y 72 –y de entre 46 y 57 durante el ciclo de lavado, según los datos de la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU)–. Normalmente, cuanto más silenciosas son, más caras resultan. Por lo general el centrifugado es un tramo del programa de lavado que dura hasta diez minutos. Y, además del ruido, puede provocar, incluso, vibraciones en el hogar. Durante el día las molestias pasan más desapercibidas, pero a la noche, con todo en silencio, son capaces de despertar a quienes tienen el sueño menos profundo.
Al margen de lo nueva o lo vieja que sea nuestra lavadora, «no todos los inmuebles tienen la misma insonorización», señala Pablo Abascal, presidente del Colegio de Administradores de Finca de Bizkaia. Sabe de lo que habla por experiencia. Y se refiere a que tenemos que tener presente cómo es el edificio en el que vivimos: no es lo mismo uno de cemento que uno de madera o con «paredes de papel». «Y luego hay que tener en cuenta otro asunto: hay pisos que tienen la cocina encima o debajo de la habitación del vecino», detalla el experto. Sobre todo, los que más años tienen, donde se han hecho reformas y donde se han, incluso, segregado viviendas.
Así que hay que pensar si compensa poner los electrodomésticos más ruidosos en los horarios nocturnos o no. Abascal lo tiene claro. «Quienes pueden notar los beneficios de las tarifas reducidas son las empresas y los negocios de hostelería», señala. Pero, en su opinión, «no a una familia», donde hay otros comportamientos que sí se pueden cambiar para reducir gastos y son menos polémicos: «La lavadora consume, pero más gasta el horno cuando hacemos pan».
El administrador apela a la responsabilidad pero también al sentido común. Independientemente ya de las molestias al vecino, ¿nos vamos a levantar a las 3 de la mañana a tender la ropa cuando la lavadora acabe? Seguramente no. Así que cuando lo hagamos, llevará ya unas horas en el tambor y se habrá arrugado. «Los 30 céntimos que te has ahorrado en el lavado te los vas a gastar en la plancha…», desliza el profesional.
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