Dicen los expertos que España está viviendo, respecto al café, una tercera ola. Al parecer, el país cafetero en el que vivimos no valoraba como debiese este producto, y tiraba de manera indiscriminada de lo más barato que encontraba en el supermercado para salvar el primer escollo del día: el madrugón. Ahora parece que las cosas han cambiado y cada vez más consumidores valoran la calidad del café y viven la ingesta de esta bebida como una experiencia. O varias, pues los españoles tomamos, de media, cuatro cafés al día.
El café, que en España empezó a democratizarse como bien de consumo masivo a partir de los años 60, y se consumía casi siempre en casa, dio origen a la primera ola. Ya en los setenta y, sobre todo, en los ochenta, las cafeterías comenzaron a plagar las calles de los barrios españoles, consiguiendo así, entre otras cosas, ser el país con mayor densidad de bares del mundo. Y llegó con toda su fuerza la segunda ola; aunque la calidad de los cafés, por mucha cantidad que empezase a meterse en vena un español medio, no fuera prioritario.
Nos hemos refinado y buscamos otras cosas. Y el número de cafeteros habituales no deja de crecer, como indican los estudios más recientes, que revelan que el 63 % de los mayores de quince años toman, al menos, un café al día. Así las cosas, los lectores de Sabe Bien nos han enviado esas dudas que les impiden dormir más que la cafeína (cualquier pregunta puedes dejarla en el buzón gastronomia@lavoz.es) para así tener claras las nociones básicas que rodean al que ya es un producto de culto. Coge las riendas del artículo Augusto Morales, originario de una de las regiones con mejor café del mundo y propietario del mítico Café Veracruz.
No. Tenemos que entender el término «intensidad» del café como «agradabilidad». En los sabores básicos, la solución para entrenar el amargor se hace con cafeína, por lo que mucha gente relaciona intensidad con amargor. La variedad de Canephora (más conocida por la subvariedad Robusta), por ejemplo, contiene más cafeína por cultivarse en cotas más bajas.Al convivir con más temperatura y humedad desarrolla más cafeína para protegerse de plagas y hongos, pero su rápida maduración dará como resultado un café menos aromático y complejo; es decir, menos Intenso. Tal vez este aspecto justifique que la cafeína, en su justa medida, sea beneficiosa para la salud.
El objetivo de lavar una cafetera; sea italiana o cualquier otra, es que no queden residuos de pozos que contaminen la nueva extracción con café fresco. Preferiblemente hay que lavarla solo con agua, pero si se utiliza jabón debemos asegurarnos de que no queden restos de producto después.
Unos minutitos, como todas las formas de extracción de café con agua y temperatura; esto se debe a que el café se oxida después de su preparación. Este dato da pie a la invención de la máquina de espresso, que permite extraer el café en el momento que lo pide un cliente.
Básicamente por preservar todas las cualidades del origen del café y evitar la oxidación del mismo. Pero también recomiendo adquirir el café en una tienda especializada, de manera semanal. En estos establecimientos tienen un molino que dará el punto idóneo de molienda para la cafetera que se utilizará en casa.
Desde el punto de vista de la frescura, toda la importancia. Pero desde el punto de vista de mejorar la calidad del café, la verdad es que poca. Un maestro tostador conoce sus cafés desde su origen y conoce su tostado; por lo tanto, solo debe encontrar la curva de tueste idónea donde el café exprese lo mejor de su origen (variedad, suelo, clima y proceso).
Por supuesto que sí, y de hecho, hay estudios que lo avalan. No obstante, a mí me gustaría que el beneficio se obtenga por el mero placer de degustar un café, una cuestión que debe ser placentera y emocionante. Esto hará que la búsqueda de cafés únicos por su origen de cosechas frescas, tueste idóneo, molienda precisa y extracción al gusto nos genere ese beneficio de disfrutar de una bebida saludable.
Es una consecuencia de tamaño diminuto, pero el efecto mariposa de la crisis del covid-19 llega hasta a modificar el sabor del café que nos sirven para llevar en los bares
De cool ya no tiene nada. Todos los que creyeron en los primeros 2000 que pasear un vaso de cartón con tapa era la idea magna de éxito, no sabían la que se les venía encima veinte años después. Starbucks hizo bien su trabajo idealizando lo que para muchos baristas es un sacrilegio. La compañía creaba inventos con caramelo, canela y siropes varios que, a continuación, las celebridades del otro lado del Atlántico se colgaban como atrezzo. Desde el más grunge a Paris Hilton. Por eso muchos adolescentes de la época acabaron viendo en un envase de celulosa de 15 centímetros el objeto de toda aspiración. Y así la realidad, una vez más, le da un bofetón a los sueños. Ni falta hace decir por qué.
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