Por nuestra situación geográfica, el cambio climático continúa sumando catástrofes a la larga lista de consecuencias que arrecian el Mediterráneo, uno de los territorios más vulnerables ante el calentamiento global: aumento de seis centímetros de su nivel del mar y 1,4º en su temperatura – casi medio grado más que la media global -, veranos cinco semanas más largos que en los años 80, un aumento del 6% del territorio semiárido, temperaturas más extremas, mayor frecuencia de olas de calor, hasta un 30% menos de precipitaciones, aumento de plagas y enfermedades respiratorias, etc.
En estas circunstancias, se estima que los impactos de la sequía son mayores que los de ningún otro desastre natural, con elevados costes medioambientales, económicos y sociales. Existe además una relación directa entre las zonas con mayor estrés hídrico y aquellas con mayor riesgo de pobreza, lo que ha provocado que en la última década hayamos visto cortes en el suministro de estas áreas de manera regular.
En la última gran sequía, en el 2017, los camiones cisterna que abastecían a los municipios sin agua a lo largo y ancho del país dejaron de ser un servicio puntual para convertirse en un servicio imprescindible para sus habitantes y la economía local. En la España despoblada, el abastecimiento de agua se resiente cada día más en las localidades sin capacidad técnica, generando una situación límite también para el agua subterránea de los acuíferos. Lastras de Cuéllar, en Segovia, o Fuentecantos llevan años sufriendo la falta de agua potable por la contaminación de sus acuíferos.
Antes de la pandemia, las calles del mundo entero bullían al ritmo de los jóvenes que inundaban cada viernes las ciudades en las marchas por el clima. El coronavirus ha relegado la lucha por la acción y la ambición climática a las pantallas, donde sigue su curso a lo largo y ancho del mundo. De manera más silenciosa, pero imparable, avanza el movimiento Youth For Climate con el objetivo de colocar el clima en primera línea política. Los jóvenes son, a la par, uno de los colectivos más vulnerables ante la escasez de agua y el agente clave para lograr un punto de inflexión en esta crisis.
El emprendimiento de los jóvenes en materia de escasez de agua se traduce en la innovación necesaria que dibuje a través de la sostenibilidad un futuro que, hoy, no existe. El talento frente a la escasez del agua pasa por iniciativas tan ingeniosas como diversas. Estas iniciativas van desde la aplicación de inteligencia artificial a la potabilización del agua, como ha hecho Hèctor Monclús Sales en su proyecto DrinkIA, hasta la utilización de apps como eFoodPrint, que indica la huella hídrica y de carbono de la agricultura. Otros ejemplos son la implantación de un sistema híbrido solar para la desinfección de agua y producción eléctrica, creado por Marta Vivar García, o el rastreo con tecnología GPS el agua suministrada por vendedores informales con ‘Water tracking app’, un proyecto de Sonia Hoque, Dustin Garrick, Jane Zhao, Paul Ekwar, Jacob Katuva y Ciff Nyaga.
Ya no el futuro, sino el presente del agua está en manos de los más jóvenes. Y a su alrededor surgen iniciativas como Young Water Professionals o Global Shapers que están trasformando el horizonte de esta crisis. La innovación se vuelve imprescindible para abarcar el mayor desafío al que se enfrenta la humanidad, y lograr el punto de inflexión dependerá de cuánto logremos nutrir nuestro modelo hídrico de nuevos hábitos, tecnologías y modelos de gestión del agua.
Además de los jóvenes, los Objetivos de Desarrollo Sostenible sitúan al sector privado como otro de los grandes agentes del cambio. En esta línea, acciones como la campaña de recogida de agua que ha puesto en marcha la Federación Española de Bancos de Alimentos (FESBAL) junto a Finish son un ejemplo de unión contra el despilfarro de agua y de una gestión integrada en el nexo entre la pobreza y el acceso a agua potable y los alimentos. La iniciativa #PorUnFuturoConAgua pretende redistribuir el agua ahorrada con la eliminación del prelavado a familias que no tienen acceso a agua de calidad en aquellas zonas de España con mayor riesgo de escasez hídrica.
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