Madrid se ha convertido, de largo, en el gran polo de atracción de la migración procedente de otras comunidades autónomas. Según el Instituto Nacional de Estadística (INE), el destino preferido para las migraciones interiores se repartía entre varias zonas en las últimas décadas del siglo XX, pero todo cambió con la crisis del 2008. Desde entonces, los españoles prefieren Madrid para emigrar: en el pandémico 2020 más de 70.000 personas fueron allí a vivir, contra los poco más de 40.000 de Barcelona.
La Casa de Andalucía de Barcelona cada vez tiene menos socios.
También el Centro Extremeño de Santurtzi, en la margen izquierda de la ría de Bilbao. “Somos el 50% de los de los años 80”, detallan.
En el Gallego de Madrid, en cambio, “mantenemos la trayectoria. Antes sólo estaba nuestro centro de Madrid ciudad y ahora hay creo que una docena. Nos hemos distribuido, pero por el tirón que tiene la capital nos vamos renovando” explica Fernando Rey, su presidente.
Ni unos ni otros son una excepción.
Madrid hace de aspiradora de la migración interior. Primero, como destino. Porque la capital es la que más residentes atrae de otras comunidades incluso en años de pandemia, restricciones y confinamientos. 70.229 nuevos en el crítico 2020. En particular es punto de llegada para andaluces, extremeños, castellanos, gallegos, asturianos y cántabros. Y cuando sus provincias limítrofes también se ven influenciadas. En especial, Toledo. Sus 24.773 nuevos residentes, hablan solos. Barcelona, la segunda, se queda en 43.561 nuevos. El resto más lejos.
En estos territorios, además, gran parte de los allí desplazados llegan de localidades consideradas de la misma región urbana y fronterizos, aunque estas puedan ubicarse dentro de provincias y comunidades diversas.
Mientras, las migraciones interiores revierten en parte los principales orígenes y destinos de hace casi medio siglo. En Catalunya los que cambian de residencia a Andalucía (9.692), por ejemplo, son actualmente más de los que se van de esta a municipios catalanes (7.870).
Una dinámica que se ha ahondado década tras década desde los años 70.
Porque entre 1970 y 1980 las principales rutas de la migración en el interior de España lo eran hacia Madrid, sí, pero también de forma abultada a Catalunya, a la Comunidad Valenciana y al País Vasco. En su mayoría desde Andalucía, Extremadura, Galicia y las dos Castillas.
“Hasta los años 70-80 y desde mediados del siglo XIX el modelo migratorio en España es desequilibrado y se va a los lugares centrales para la industria”, comenta Javier Silvestre, catedrático de Historia Económica de la Universidad de Zaragoza. “Pero luego estos destinos pierden capacidad de atracción y se suman nuevos”, sigue.
La historia del cambio es conocida. El shock del petróleo de 1973 contribuyó a hundir el modelo industrial español y las contestadas reconversiones industriales de la década posterior, por ejemplo en la margen izquierda bilbaína, fueron su consecuencia. Supuso acabar o reducir mucho su actividad en los mayores destinos receptores de inmigrantes.
La desindustrialización, terciarización y desarrollo de administraciones autonómicas son claves. “La oferta de mano de obra ya daba síntomas de agotamiento tras décadas de éxodo rural masivo” añade, por su parte, Joaquín Recaño, profesor e investigador de Geografía Humana en la Universitat Autònoma de Barcelona. “Los caladeros potenciales estaban fuertemente envejecidos y masculinizados”.
El resultado del cambió lo refleja el dato para el 2000 del padrón, en los que se asientan nuevos jugadores de destino como las comunidades insulares, el valle del Ebro y Comunidad Valenciana gracias al turismo de masas o a sus novedosos desarrollos industriales, según comparten los expertos consultados.
Sin embargo veinte años después apenas queda Madrid.
“Se ha producido un realineamiento hacia Madrid como principal destino de las migraciones interiores desde la crisis del 2008, en especial de no residentes”. Lo argumenta Andrés Artal, profesor de economía de la Universidad Politécnica de Cartagena que ha estudiado este último periodo. Y las razones, rebate, son varias.
Empiezan, señala, en el boom previo a la crisis “por la concentración de empleo en la capital, que atrae más empresas y relocaliza inmigrantes de alta y baja cualificación”. Luego, sigue, “es importante que la construcción, antes una relevante fuente de empleo en la costa mediterránea, ve una fuerte caída con el pinchazo de la burbuja inmobiliaria”. Y ahora, con la pandemia, se une el turismo.
Andrés Rodríguez-Pose, catedrático de Geografía Económica de la London School of Economics, va más allá: “Barcelona, que era la ciudad mejor posicionada hace cuatro décadas para emerger como el principal centro económico, ha perdido frente a Madrid”.
Este académico lo argumenta con la evolución de sus números de población, empleo, capital humano, inversión extranjera o riqueza autonómica. Pero destaca las razones institucionales: el auge de la división en Barcelona en el ámbito económico, social y líneas de identidad habría llevado a una mayor ruptura de la confianza y desarrollo de grupos fuertes con una capacidad limitada para conectar entre sí respecto a Madrid.
“En las decisiones de elección de destino se conjugan múltiples factores. Y los institucionales también cuentan. El conflicto vasco y el terrorismo de ETA cercenó durante mucho tiempo el atractivo de Bilbao”, explica. “En el tema institucional en Barcelona –prosigue–, bastaría con decir que la percepción de Barcelona como una ciudad más polarizada y más excluyente que Madrid (las famosas 100 o 400 según los entrevistados familias que dominan Barcelona) ha reducido su atractivo como destino de migrantes, en particular de los más cualificados”.
En este sentido el procés lo ve una consecuencia más que una causa de este declive relativo de Barcelona con respecto a Madrid.
Pero, es más, en las migraciones entre comunidades, de nuevo Madrid, siempre Madrid, también es hoy protagonista como origen, si bien en una dinámica algo diversa a la más habitual.
Y es que si bien los expertos dan por lo general por finiquitados los grandes movimientos migratorios interregionales en la década de 1980 y si por eso mismo desde entonces destacan las migraciones de corta distancia y residenciales como las más habituales, hoy sobresale otro: a Castilla-La Mancha y con origen en Madrid es el principal destino al que se cambió la residencia en el último informe del INE.
Tal y como arguye Artal, los movimientos se replican en las diferentes áreas urbanas y van desde el centro de las ciudades hacia sus suburbios buscando zonas con mejor calidad de vida y menores precios por la mejora en la conectividad del transporte y comunicaciones. Todo, concreta, en “un modelo de crecimiento endógeno que es impulsado por las economías urbanas de aglomeración”.
Y con él es que la extensión de la capital se alarga. Madrid cada vez más incluye en la consolidación de su región metropolitana a otras comunidades autónomas. Castilla-La Mancha destaca como su primera periferia. Le pasa algo similar, aunque en menor medida, con Castilla y León. Es el Gran Madrid.
Es con todos estos datos en la mano que para los expertos Madrid se distancia de los demás territorios, también para las migraciones interiores en España. Lo simboliza el perfil de los madrileños, de los que casi la mitad han nacido fuera. Muy en particular en las dos Castillas, en Andalucía y en Extremadura.
No es casualidad así, se incide, que en los últimos meses sean varios los presidentes autonómicos que reclamen fondos compensatorios por el efecto capital. También la descentralización de determinadas instituciones que puedan localizarse a lo largo de España y atraer actividad socioeconómica al igual que hacen en Madrid.
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