Tras años de maltratar el cabello a base de decolorantes agresivos, de tortuosas sesiones de secador, de planchados continuos, champús de lineal de supermercado y crisis existenciales del tipo “no sé qué hacer con mi pelo, hazme unas mechas o algo”, un movimiento de naturalidad se abre paso a lomos del retorno eventual de la tendencia ochentera.
Se trata del ‘método curly’,un alzamiento popular en pro de recuperar el rizo definido de forma natural que es hijo de las redes sociales y la pandemia, y seguramente cuñado de las atrocidades que se han podido cometer en la intimidad de muchos cuartos de baño durante el confinamiento.
“La gente se viene dando cuenta de que es importante apostar por productos más naturales que no lleven sulfatos, siliconas ni alcoholes secantes con el fin de cuidar mejor su pelo”, asegura Flavia Nardi, al frente de su propio establecimiento de cosmética, puerta de entrada en Zaragoza, según cuenta, de productos curly procedentes del Caribe y de su Brasil natal, “lugares donde hay un culto muy fuerte al cuidado del cabello y del propio cuerpo”, explica.
En realidad, la madre del ‘‘Curly Girl Method’ es Lorraine Massey, una estilista estadounidense que, ya en 2011, desarrolló una guía para cuidar el cabello de forma más sana, que ahora es seguida en todo el mundo por legiones. Por poner solo algunos pocos ejemplos, en Facebook, la página Curly Girl Method España cuenta ya con 153.400 entusiastas (a 12/11/21) y, en Instagram, la cuenta curlygirlspain.oficial es seguida por 50.600 perfiles. Al margen de cientos y cientos de 'influencers' que suman miles de seguidores haciendo de cicerones.
El método propone un cambio de hábitos y productos para devolver el pelo a su patrón original mediante un proceso de hidratación y saneamiento. Se centra sobre todo en cuestiones como el destierro de sulfatos, siliconas, ceras y alcoholes, la nutrición profunda, el peinado en mojado (nunca en seco) y el desenredo y moldeado con las manos.
El ritual de iniciación, a repetir cada vez que reiniciemos el proceso tras un tinte o un paso incierto por la peluquería, incluye el conocido como “último lavado” con productos que contengan sulfatos pero no siliconas, como algunos champús y geles de baño (hay quienes incluso, oh cielos, usan jabón para la vajilla).
También, una hidratación profunda con mascarilla, la técnica STC, ‘Squish To Condish’, o aplique y aclarado de acondicionador con el pelo boca abajo para hacer ‘scrunch’ (estrujar el pelo con las manos). Y, finalmente, un poco más de acondicionador, crema de rizos, espuma o el gel (gomina) que convenga a cada tipo de rizo.
Luego se abrirán dos caminos: quienes se decanten por el ‘cowash’ o lavado con acondicionador (el típico error de muchos en el gimnasio)y ‘lowpoo’ o lavado con un champú apto.
“Al principio puede ser mucha información”, reconoce Flavia, “pero resulta muy sencillo porque son cuatro pasos, aunque puedes ir probando muchas cosas”, apunta. Esa es una de las claves: esto no es una receta con ingredientes cerrados. Se trata de probar lo que más conviene a cada tipo de pelo.
Por ese camino se adentró hace ya un tiempo la actriz y periodista aragonesa Eva Magaña. Un problema de salud tan serio como mal diagnosticado le hizo perder “una burrada” de pelo, que quedó definitivamente arruinado por una infausta visita a una peluquería de cuyo nombre no quiere acordarse. “Anímate con unas mechas, me dijeron con el pelo débil, y como me tuvieron más tiempo del debido, me lo acabaron quemando”, recuerda.
A la tragedia le sobrevino el confinamiento, periodo en el que tuvo tiempo para investigar una solución en las redes… y para cortarse ella misma el pelo “a lo vacaburra”, arrebato que le valió la bronca de su propia hija, Carlota Gurpegui (Las Niñas, HIT).
Los consejos de la página 'curly' de Facebook, el proceso prueba-error de encontrar los productos más convenientes y ponerse en manos de su peluquera Patricia recondujeron el drama. Ahora, con el pelo rizado y su color natural en el que asoman algunas canas, asegura tenerlo “totalmente regenerado”.
“Al principio reconozco que gasté un poco más de dinero porque me encanta probar cosas, pero hay un montón de productos ‘low cost’ y ahora sé, por ejemplo, que el aloe vera me sienta mal, pero el coco, mucho más pesado, me funciona fenomenal. En cambio, a mis amigas les va fatal”, explica Magaña, convertida para sus amistades en una “experta” guía en la compra de botes y tarros de cosmética.
Esa prospección no debe asustar, a juicio de los expertos. “Al principio requiere cierta inversión y tiempo para adaptarse, pero luego a la larga supone un ahorro”, apunta Flavia. Algo que corrobora Miguel Alcutén, responsable de Bob Boutique, que obviamente, abomina de los champús de supermercado: “Lo del precio es muyrelativo porque los productos de mejor calidad llevan los principios activos bastante concentrados y cunden muchísimo más”.
Y es que las seguidoras del método 'curly' “están bastante informadas, son muy exigentes, saben lo que quieren porque ya tienen pillado el punto de lo que necesitan e incluso manejan un vocabulario propio”, explica Patricia, responsable de Le Coiffeure, salón que ofrece como especialidad el corte en seco, una modalidad que, según asegura, se adapta a cada zona del pelo y a cada tipo de rizo. “El resultado es buenísimo porque vamos cortando según vemos cada rizo, como si estuviéramos podando una planta”, explica.
Su clientela de pelo rizado natural ha crecido “una pasada”. Es gente a la que, según apunta, “en muchos casos nunca le han sabido cortar bien el pelo o que no iban a ninguna peluquería y se lo apañaba ella misma”. Pero eso ahora ha cambiado.
“Las ‘curlies’ entienden muchas veces más que nosotros. Hay mucha información en internet y es ahí donde adquieren los productos”, comparte Goretti, de Oliver y Goretti, que en su caso se decanta por el corte húmedo. “No entendemos el corte en seco porque tras cada lavado el pelo va a rizar de una manera diferente”, apunta.
Su establecimiento explota la patente de Curlypop, un sistema de rizado procedente de Estados Unidos que asegura unos bucles más profundos sin dañar el pelo. “Con Curlypop conseguimos un rizo diferente, más actual, esponjoso y natural, en realidad más llevadero”, detalla Goretti.
Pero un movimiento tan popular y proselitista encabezado por aurigas del escrutinio de las etiquetas y en algunos casos, incluso, por químicas de profesión puede desembocar en cierto extremismo.
“Hay personas que no te dejan ni que les seques el pelo con la toalla y se las traen de casa o no te permiten usar tus peines si no son de una púa especial porque dicen que hay ciertos materiales que perjudican el rizo y también se compran fundas de almohada de satén”, recuerda Goretti.
“Hay quienes son muy puristas y hasta extremistas con la composición de los productos, pero no me parece muy lógico que luego mezclen un batiburrillo de productos de distintas marcas”, valora Enrique Caraballo, jefe de ventas de Passion Hair Luxury. Su experiencia le hace desconfiar del discurso naturista: “No sé, es química. A veces, por más que me informe sobre los productos que vendo, las propias marcas no ofrecen todos los detalles y en no pocas ocasiones, años después de salir al mercado con unos porcentajes determinados, ves que cambian la formulación”.
Alcutén, de BOB Boutique, con 21 años de experiencia a sus espaldas, va un poco más allá sobre la cuestión del celo por evitar lo químico: “A mí es que no me molesta el sintético. Necesito otros componentes porque los naturales se me quedan escasos a la hora de trabajar, pero hay clientes súper ortodoxos y gente mucho más laxa. Lo importante es probar lo que haga mejorar el estado del cabello de la forma más sostenible”.
Porque al final de todo, tengas el pelo rizado, ondulado o ingobernable según las zonas, o simplemente liso, más grueso o más fino, lo que este movimiento pregona ante el consenso generalizado de todos los intervinientes, es recuperar el patrón propio de tu cabello.
“Que aceptemos cada uno el pelo que tenemos, que potenciemos nuestra personalidad a partir de nuestro cabello y nuestra piel sin intentar cambiarlos”, reflexiona Alcutén.
“La sociedad nos ha vendido el pelo liso como más serio, pero ahora las clientas salen con una seguridad increíble. Les encanta su pelo rizado, se sienten empoderadísimas”, comparte Patricia.
“Nuestras abuelas, seguramente por desconocimiento, reflexiona Flavia Nardi, decían que teníamos el pelo malo, pero no es así y el 'curly' está ayudando a empoderar a muchas personas que miran al espejo y se dicen yo soy así y amo mi pelo”.
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